Los primeros vínculos afectivos que el niño forma, son con sus cuidadores primarios. De hecho, el código genético proporciona al bebé conductas cuyo resultado normal consiste en que ese Otro y el niño estén juntos. Esta capacidad del bebé de unirse a la madre, entendiéndola como mera función y de que ésta se una a él, es una relación reciproca que permite sobrevivir al bebe. De las relaciones que el niño establezca con las personas significativas de su entorno como la madre, el padre, los hermanos, los tíos, abuelos e incluso hasta las niñeras, va a depender la riqueza de su vida futura.
En este sentido, es importante mencionar que en la diada, desde los primeros meses del nacimiento del bebé, se pone en juego varios factores importantes para el desarrollo emocional del niño. Por ejemplo, la identificación primaria, en la cual, el bebé inicialmente no se encuentra diferenciado de la madre, no sabe y reconoce quién es y todavía siente que la madre es parte de él. En medio de esta relación primaria la madre le otorga significado a lo que el bebé va sintiendo, brindándole seguridad de que “alguien” se encuentra a su lado devolviéndole cariño y que está ahí para él/ella respondiendo a sus necesidades. Para esto es importante que la madre se encuentre disponible emocionalmente, ya que, el bebé percibe y siente la respuesta de su madre ante sus angustias y necesidades, y si una madre se muestra estable, tranquila y libre de preocupaciones, logrará transmitirle a su hijo esta estabilidad, serenidad y contención que necesita. De esta manera el niño responde e incorpora lo que va sintiendo y cómo relacionarse con los demás y su entorno.
Luego, el bebé se va diferenciado y va entendiendo que lo que viene de afuera (mundo externo) no es parte de él mismo. Este proceso se va dando de manera paulatina y por medio de la frustraciones que va percibiendo (cuando llora por hambre y no es inmediata la satisfacción, va incorporando que depende de otro para calmar su necesidad), empezando a dar cuenta de otro diferenciado.
Por esta razón es importante el afecto, el contacto físico y la comunicación con el niño. Los vínculos afectivos sanos pueden hacer que el niño tenga seguridad de sí mismo, respeto hacia los demás, mostrar empatía ante las situaciones de los demás y ser un niño alegre y feliz.
En este sentido, es importante mencionar que en la diada, desde los primeros meses del nacimiento del bebé, se pone en juego varios factores importantes para el desarrollo emocional del niño. Por ejemplo, la identificación primaria, en la cual, el bebé inicialmente no se encuentra diferenciado de la madre, no sabe y reconoce quién es y todavía siente que la madre es parte de él. En medio de esta relación primaria la madre le otorga significado a lo que el bebé va sintiendo, brindándole seguridad de que “alguien” se encuentra a su lado devolviéndole cariño y que está ahí para él/ella respondiendo a sus necesidades. Para esto es importante que la madre se encuentre disponible emocionalmente, ya que, el bebé percibe y siente la respuesta de su madre ante sus angustias y necesidades, y si una madre se muestra estable, tranquila y libre de preocupaciones, logrará transmitirle a su hijo esta estabilidad, serenidad y contención que necesita. De esta manera el niño responde e incorpora lo que va sintiendo y cómo relacionarse con los demás y su entorno.
Luego, el bebé se va diferenciado y va entendiendo que lo que viene de afuera (mundo externo) no es parte de él mismo. Este proceso se va dando de manera paulatina y por medio de la frustraciones que va percibiendo (cuando llora por hambre y no es inmediata la satisfacción, va incorporando que depende de otro para calmar su necesidad), empezando a dar cuenta de otro diferenciado.
Por esta razón es importante el afecto, el contacto físico y la comunicación con el niño. Los vínculos afectivos sanos pueden hacer que el niño tenga seguridad de sí mismo, respeto hacia los demás, mostrar empatía ante las situaciones de los demás y ser un niño alegre y feliz.